La esperanza de una familia

A menudo podemos volvernos insensibles ante la tragedia y la dureza que contienen las historias que escuchamos. Puede ser fácil intentar encontrar procesos, listados y técnicas terapéuticas para mantenernos en marcha a todos. Pero hay momentos en los que no te puedes adormecer. Simplemente tienes que sentarte en el dolor, el duelo y lo que parece ser la injusticia de la vida.

Ese fue el caso la semana pasada cuando el padrastro de uno de los niños vino a las oficinas y compartió que la madre había fallecido. Ella había perdido la autoridad parental, pero como la mayoría de los niños, Josué (nombre ficticio) tenía esperanzas de volver a conectarse algún día después de cumplir los dieciocho años.

Últimamente, hemos tenido varias muertes en miembros de las familias biológicas. Ya es bastante difícil enfrentar la verdad de por qué ha habido separación, pero enfrentar la muerte puede despertar un millón de emociones que nadie sabía que tenían dentro. Tantas preguntas sin respuesta, sin resolver y que molestan profundamente.

La madre había estado enferma por un tiempo: problemas con sus riñones y tiroides. El viernes antes de Semana Santa, la tos que había estado experimentando la llevó al hospital, diagnosticada con neumonía e intubada. Falleció unos días después. Debido a las visitas que nuestros trabajadores sociales habían hecho con la madre, el padrastro sabía dónde venir para informarnos. Esta no fue una conversación fácil de tener. Las esperanzas que Josué tenía de visitar a su mamá ahora habían desaparecido.

Josué asistió al funeral y pudo pasar tiempo con un medio hermano que tiene siete años. La última vez que Josué recuerda haber visto a su hermanito fue cuando tenía apenas unos meses. Este tiempo juntos despertó el deseo de conocerlo más y ser un hermano mayor, ser familia. Tal vez Dios use esto para alentar a Josué a seguir trabajando en sus propios problemas que esta enfrentando debido a su último abuso para estar sano para su hermanito.

El deseo de tener y ser familia es profundo. No importa la situación, por más difícil que sea, la esperanza de que las cosas puedan mejorar persiste. Nuestro programa familiar es crucial para la sanidad de los niños y las familias a las que servimos. Gracias a todos los que dan para que podamos caminar con las familias en lugares difíciles. Siempre hay esperanza en Jesús, el Sanador.