Cada estudiante de secundaria necesita completar al menos 150 horas de servicio comunitario antes de graduarse. El sábado pasado, nuestros alumnos de secundaria fueron a visitar a una de las viudas de nuestra comunidad. Iban a ayudarla con un poco de limpieza, pero lo más importante, tenían el reto de llegar a conocerla. No queremos que esto se convierta en una «lista de tareas», sino que el tiempo que pasen como voluntarios escuchen, aprendan y trabajen junto a aquellos a los que están sirviendo.
Los adolescentes no se quejaron por levantarse temprano y tener que ir a limpiar la casa de otra persona cuando ellos tenían tareas propias que debían realizar. Estaban ansiosos por ir y venían preparados.
Una de las primeras tareas fue asegurarse de que la Sra. Reyes se sintiera escuchada y de que todo lo que hicieran sería lo que ella necesitara y bajo su supervisión. Y así lo hicieron. Se sentaron, hablaron y escucharon atentamente. Juntos elaboraron algunos objetivos. Oscar estaba preparado con una breve devoción para compartir. Conectaron. Una de las chicas comentó que la Sra. Reyes le recordaba a su abuela.
Los jóvenes trabajaron para limpiar un poco e hicieron un plan juntos para la próxima vez que la visiten. Se fueron con una sensación de logro y de verdadera alegría. Vieron su gratitud y su alegría desbordante, todo lo cual suscitó algunas conversaciones profundas con los adolescentes. Sus propias quejas sobre las cosas de la vida se disiparon rápidamente por el momento. Se les ocurrieron muchas maneras en las que podrían ayudar. Desviar la atención de nuestras propias necesidades, aunque sea por poco tiempo, levanta el espíritu y ofrece esperanza.
Están deseando volver muy pronto y continuar el proyecto que han iniciado. Tal vez esto nos anime a mirar a nuestro alrededor y ver una necesidad y tender la mano para ayudar. ¡Gracias por animarnos, jóvenes!